chaqueta de la boca

Sí, estaba claro que el domingo anterior le había ido bastante mal. El locutor anunció un gol, un gol en el campo del Langreo, y yo contuve la respiración hasta que le oí decir que sí, que el gol lo había marcado uno de los delanteros del equipo local. Sí, ya sé lo que estáis pensando: que el éxito lo habría considerado nuestro, suyo y mío, y el fracaso únicamente suyo. También en algunas de esas ocasiones le acompañé, y recuerdo las uñas negras y los dedos sucios con que aquellos hombres contaban los billetes que luego le entregaban. Éstos eran los auténticos hombres de negocios, gente dotada de un instinto especial para atraer riqueza, y yo creo que mi padre compró el Tiburón para sentirse como uno de ellos, como un verdadero negociante. Lo que no esperaba era verle meterse en el Tiburón y enfilar la calle que llevaba a la carretera nacional.

Debió de llevarse una buena comisión, chaqueta boca juniors y fue ese dinero el que le permitió comprarse el Tiburón. No. No estarías aquí sentado si ese fuera el caso, ¿ En ese momento todo parecía sencillísimo: un gol del Logreo y seríamos ricos. Luego, de golpe, se hundió el precio del champiñón, y mi padre ni siquiera se molestó en volver por esos pueblos para ofrecerles más fertilizantes y máscompost. Miré también el valor de los sellos: los había de diferentes colores, y cada color correspondía a un precio distinto. Miré la fecha: la del domingo siguiente. Llegó el domingo y mi padre dijo que le dolía la cabeza pero lo que le ocurría era que estaba nervioso, muy nervioso. Cuando encontraba algún sitio así preguntaba por el dueño y, si resultaba que el dueño o alguno de sus parientes tenía necesidades económicas y un poco de tiempo libre, el trato era seguro.

Al cabo de unos minutos el Hércules metió un gol en Pamplona y muy poco después creo que fue el Recreativo de Huelva el que hizo lo mismo en el campo del Badajoz. Debajo del mapa es- taba el neceser y debajo del neceser una cosa que me llamó la atención: un manojo de quinielas, selladas todas ellas y unidas por una goma. Al día siguiente volvía por allí y le vendía unos cuantos sacos de fertilizantes, otros de una cosa llamadacompost y unas bolsas verdes que contenían las semillas o lo que quiera que fuese. Mi padre iba por los pueblos buscando cuevas y locales abandonados que fueran aptos para su cultivo. La garganta de mi padre volvió a gorgotear y yo saqué del cajón su libro favorito. El San Andrés, el Baracaldo, el Córdoba iban ganando sus respectivos partidos, y el Sevilla se adelantó en el campo del Linares. Pero eso era sólo la primera parte del negocio porque, como mi padre era el que ponía en contacto a toda esa gente con el mayorista, al cabo de unos meses reaparecía para cobrar su comisión. Monty fue la primera persona que me eligió porque sí. Sabes lo que pasó la última vez que no fuimos honestos con el otro.

No empecemos otra vez! Ya sólo faltaba el ruido de la puerta. «Ya está», pensé, «ahora no sabe si contármelo o no.» Abrió la puerta sin hacer ruido y me envió una mirada inexpresiva. Dirijo mi mirada hacia él. Puede ser. Yo sólo digo lo que sentí en ese momento, y lo que sentí fue un inmenso desprecio hacia ese hombre que seguía encerrado en su dormitorio, a solas con su radio-despertador y su fracaso. Después de comer, mi padre dijo que necesitaba echarse una siesta, a ver si le pasaba ese maldito dolor de cabeza, y se encerró en su dormitorio. La temporada de fútbol concluía precisamente ese día, y los partidos incluidos en la quiniela eran ya todos de segunda división. Al principio las cosas no iban del todo mal. La verdad es que era bastante hábil y casi siempre se las arreglaba para sonsacarle la información que necesitaba: la identidad del propietario, su edad y lugar de residencia, su posible interés por cambiar de vida o de negocio. Todo dependía, por tanto, de lo que sucediera esa tarde: era su última oportunidad. En este período surgieron las bermudas, unos pantalones hasta la rodilla llamados así por las islas homónimas, un lugar frecuente de veraneo durante los años 1930 y 1940, en el que estaba prohibido que las mujeres llevasen las piernas descubiertas.

Por otro lado, durante el reinado de Luis XV estuvieron de moda los colores pastel, así como un cierto gusto por la asimetría. Ahora la reconozco: es Maddalena, estuvimos juntos durante un tiempo, antes de conocer a Babi, antes de que ella se pusiera celosa, antes de que se liaran a tortas. Así que en eso consistía el negocio: en jugárselo todo a las quinielas. El infalible método de las reducidas. Con lo de la gasolinera descubrió que también entre los que no se manchaban las manos había dos categorías: los que perseguían el dinero y los que dejaban que el dinero les persiguiera a ellos. Parábamos en todas las gasolineras de la carretera y, si traíamos el depósito lleno desde la gasolinera anterior, se inventaba algún problema con la presión de las ruedas para poder charlar con el encargado. No sé por qué, yo me imaginaba que se sentaría en el pretil y se pasaría un rato meditando y mirando las estrellas, y me atraía la idea de poder observarle sin que él me viera.

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