Es el chico con el que Babi se marchó del colegio. Le gustaba esa ventana desde que podía recordar. Este pasado lunes, cuando parecía que ya podía volver a la rutina, Anabel se veía en la obligación de acudir al médico por varias molestias. Tienes que salir en este programa más hermosa todavía de lo que eres. Es el último programa. Step trepa ágilmente al tejado de Lazzareschi pasando por la verja del cine Odeon. Uno tras otro, como monos que en lugar de pelo lucen chaquetas Avirex, escalan con facilidad la verja. —Sí, dicen que quiere ser florista. El pelo rizado y largo, ligeramente decolorado en las puntas, le da un aire angelical, de no ser por su fama infernal. Su gran potencia 1500W hace que el aire se caliente enseguida y tiene pantalla LED táctil y 100 recetas disponibles. Silencio. De repente, un rugido rasga el aire. Un ruido fuerte y sordo, seco, de hierro, rompe de pronto la atmósfera de elegancia y armonía que reina en el interior del BMW. Tesoro, perdónalo, que no sabe lo que hace.
Se han efectuado un número de parodias que de cierta forma paralelan el concepto general de la película. —Bueno, quizá se haya equivocado de número. La sonrisa desaparece de los labios del Siciliano. En diferentes lugares de mi cuerpo satisfecho floreció una sonrisa en mis labios. En esa época trató al escritor Ettore Schmitz (más tarde conocido como Italo Svevo, de origen judío), quien fue alumno suyo de inglés y con el cual mantendría una larga amistad. Parecía un río desbordado, era del todo distinta de la Babi que había conocido. —He conocido a una chica. —He sobornado a la jefa. —He sido elegida para prescindir de ti. Luego nos tumbamos en la terraza debajo del plumón a contemplar las estrellas. En las venas, la sangre fluye con fuerza, pero aún lenta y tranquila. El terciopelo y el poliéster eran las telas populares utilizadas en la ropa, especialmente en las camisas con cuello de boca pico y abotonado. Gloria entorna los ojos, Schello se queda con el cigarrillo colgándole de la boca abierta.
Cerca de ellas, con unas motos tan potentes como sus músculos, están Pollo, Lucone, Hook, el Siciliano, Bunny, Schello y algunos otros. —Se aceptan participantes. Pasa cerca de Schello y, abrazándolo, le quita de la mano la Heineken que éste acaba de abrir. Está cerca, demasiado cerca. Hay una nueva tienda de ropa allí cerca, donde antes había una garaje. Una guapa chica morena, de ojos verdes y con un bonito trasero aprisionado en unos crueles Miss Sixty, sonríe a su amiga, una rubita alta como ella pero un poco más rellena. La miró a los ojos. Enseña a las amigas un delgado anillo con una pequeña piedra azul cielo con reflejos alegres, casi como los de sus ojos enamorados. Las All Star azul cielo, con la pequeña estrella roja en el centro del círculo de goma en el tobillo, bajan de la Vespa y tocan ágilmente el suelo. Step baja fácilmente. La corta camiseta azul deja sus brazos al descubierto.
Step baja de un brinco y se quita la chaqueta. Cuando el rostro de Step vuelve a bajar tras un largo sorbo, sus ojos se encuentran con los de Maddalena. La moto de Step llega ruidosa. Luces y reflejos van y vienen en los pequeños retrovisores de su moto. Se inclina al fondo de la curva, se levanta veloz y al poco frena en medio del grupo. —Le tiro del pelo con más fuerza. —Le coge la cara entre las manos —. —Guárdame esto. Se quita el Daytona con la correa de acero y lo deja en sus manos. Las manos hacia adelante y paralelas, las caras tensas y los pechos hinchados. —Lo sé. —Las personas viven el dolor de la muerte de las maneras más diversas. —Lo siento, Jake. Creo que la amo. Pero No creo que le importara. —¿Qué quieres que le diga a un tipo como él?
—Te vez triste —dice él. El Siciliano sonríe y se planta frente a él con las piernas separadas. —Mostrando un discreto conocimiento religioso pero una pésima práctica, aprovechando que está apoyado en la Vespa de Valentina empieza a manosearla frente a las demás chicas. Pero Raffaella las hace callar. A las ocho en tu colegio. Dario sonreía, mientras todas las chicas de la pizzería me miraban conmovidas y también un poco envidiosas. —Vamos, Sché, un poco más de prisa, que me estoy durmiendo. —¡Sí, pero todavía es mejor si se gana a alguien que se lo cree demasiado! — Y, después de esa última frase, para no esperar una respuesta, para no recibir un «No» y quedar decepcionado o por cualquier otro motivo, sale corriendo. — frita una vez chillona tras de mi y al voltearme puedo ver a mi rubia amiga acercándose con emoción — Pense que no quería venir. —Una vez más, como antes, aún más fuerte—.