Me libré del pantalón pero no del ramo de rosas y, más de una hora antes del inicio del recital, mi padre y yo nos disponíamos a esperar junto a la barra de la cafetería. Poco a poco la cafetería se fue llenando de gente vestida como mi padre, no ya como Paquita. Lo único que significa es que hoy he dormido poco. Todas los dinosaurios que dominaron el planeta en el Jurásico, ahora en estos coches en miniatura. Pues has de saber que no me gusta que me espíen -me dijo mi padre, otra vez al volante-. Espero que esta gente no haya dejado muy sucio el teatro… -me susurró mi padre con un guiño. El Tiburón estaba aparcado en esa misma calle y yo temí que mi padre pudiera aparecer por algún lado. Él me demostró verdadera amistad, estuvo a mi lado en todo momento, me acompañaba a menudo a verlo, me hablaba siempre bien de él. —Su boca se mueve hacia un lado de mi mandíbula. Babi se vuelve hacia Pallina, truncando toda posible discusión. Debe de ser la chica que va con Babi. Y es que también pienso que, sea lo que sea lo que pueda ocurrirle a alguien, tanto si es lo más bonito como lo más dramático, nadie se da cuenta hasta que sucede, ni un momento antes.
Están ahí, pero no están dispuestos a hacer nada hasta que salgan los alumnos. Me metí en la iglesia y, bueno, no voy a decir que aquello me gustara, porque a mí las iglesias siempre me han asustado un poco, pero al menos ahí dentro se estaba fresquito. Pues no. A mí no me daba la gana reconocerlo. Pues no se hacen. Temblando, corrió hacia atrás. Me encaminé hacia el salón de actos. Del salón de actos llegaron unos tímidos aplausos y yo pensé que mi presencia ahí carecía de sentido. En otra pared había un tablón de anuncios con la programación del cinc club y una cartulina con los resultados de un campeonato de ajedrez. Aquello parecía un club juvenil, de esos que montan los curas para que los chicos estén vigilados sin sentirse vigilados. En ese momento, en el salón de actos había sesión de cine- club. En el salón de actos Estrella concluyó otra de sus canciones y volvieron a oírse aplausos.
El sábado era el día del último recital, y Estrella insistió en que asistiéramos los dos, mi padre y yo. Fuera del campamento encuentran el cadáver calcinado de una criatura humanoide con dos caras. Aunque también podría ser que me encontraran en algún sitio, en mitad de un charco de sangre, con las tripas abiertas o la cabeza aplastada o el cuello cortado, y que mi padre tuviera que ir a identificar el cadáver. El empleado me miró y movió la cabeza. Yo asentí con la cabeza y le volví la espalda. Yo me desentendí. Cogí una de las revistas y la hojeé, ¿ En la parte de atrás había varias de esas revistas de muebles y decoración que tanto gustaban a Estrella, y yo tuve que retirar un par de ellas para poder sentarme. Yo creía que sí, pero por otra parte ganaba tan poco dinero que con frecuencia dudaba de eso y de todo. En todos los preparativos boda, no podemos tener suficiente tiempo para gastar «, Tess dijo, agregando algunas albahacas a sus espaguetis. Estuve de acuerdo. «Sí, pero no te preocupes.
Cómo has podido esconder esa cosa todo este tiempo? Este personaje resurgirá en varias otras obras, incluso en Finnegans Wake. A saber qué era exactamente lo que había apretado el interruptor. Por lo tanto… Supongo que voy a faltar a clases el lunes. Ambos nos duchamos, por separado, al segundo que regresamos al apartamento de Jake. Y tenga cuidado, que se rompe. No sabe si creerlo o no, casi parece que le esté tomando el pelo. Estrella, mientras tanto, se contorsionaba en su asiento tratando de estamparme uno de sus besos de señora gorda y de revolverme el pelo con la mano: vosotros sabéis que ésa es una de las cosas que más detesto. Así que me siento allí y veo a mi padre llorar, mientras las lágrimas caen por mis propias mejillas. Escuchó lo que dijo la otra persona con las manos enroscadas en bolas. Lo que pasa es que es muy tímido.
Pasa por delante de su hermana, que naturalmente aún está al teléfono. Mi padre lo solucionaba todo con frases así, no seas ab- surdo, no digas ridiculeces, y lo malo era que en esos casos yo nunca acertaba a replicar como convenía. Pero todavía era menor de edad, y lo que me fastidiaba era que, tarde o temprano, acabarían devolviéndome a mi casa y que entonces no sería capaz de aguantar a mi padre riñéndome o abrazándome o tal vez llorando. Me encogí de hombros otra vez. O tal vez sí y sólo estaba disimulando. El chico de la barra se acercó a preguntarme sí quería tomar algo. El chico de la peca en la frente me observó con desdén. No me dirás que te gusta esa mierda -dijo entonces el chico. Ya he dicho que no lo sé. Unos minutos antes había dicho lo que había dicho, y ahora hacía exactamente lo contrario. Nos abrimos paso entre la gente y llegamos a una puerta en la que ponía «Privado». Me quedaba una buena caminata hasta el pueblo, pero ¿ Mi padre me mandó una mirada de odio por el retrovisor y Estrella no dejó de cantar hasta que llegamos a casa.